Hoy desperté con la palabra destino en mente; entonces comencé a divagar en tinieblas y sombras que reflejaban mi ambigua realidad; desesperada, buscaba en aquél abismo desconocido la perfección humana, simple y bella.
Entre ruidos, el fulgor de una voz, impregnada de amor; entonces comencé a perseguirla, hasta que me condujo a un santuario, nada importaba mas en aquel lugar (ni el sol, ni las estrellas), solo tu interior. Me encontré con tu frente y la acaricié hasta asegurarme de que estabas ahí.
Fué ahí donde comprendí lo que era el destino. Mi destino.
