No quería marcharme, de algun modo sentia que pertenecía a ese lugar, a ese lugar solitario, fantasmal, recóndito y que casi todos han olvidado.
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Creo que el viento trae consigo voces lejanas, y olvidadas. Voces de aquellos que se han ido pero regresan aferrados a un presente que no les pertenece, un presente que no existe.
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Hoy sé que Micaela es el nombre de la dulzura ensimismada. Micaela, micaela, micaela!