11.17.2009

Micaela

Amo verla tan frágil, pero tan llena de vida; sus ojos me traen aquella ternura que probé solo en las entrañas de mi madre.

Aquél manto gris que cubre su espalda, y sus manos dueñas de las caricias mas dulces, mas suaves.

Su voz, susurro de tierras extrañas, de recuerdos añejos tornados en sepia.

Eres ese árbol viejo, fuerte, siempre fuerte.

Tus arrugas pintan años tristes y alegrías pasajeras.

Te amo por las marcas en tu cuerpo, por tu abrazo frío y profundamente milagroso.

El sabor de tus besos cura cualquier herida y tus plegarias están, más cerca de Dios que las de cualquier persona.

Quédate por siempre, impregnada en mis sueños y mi vana realidad, quédate, te suplico no te alejes con él, no te refugies en sus brazos.

El olvido llega hasta el fin del mundo, donde estas, donde falsamente queremos recordarte, eres aquella que está en mis pensamientos más próximos y ajenos.

Aunque olvidas la rapidez de los días, sé que el olvido no ha llegado a tu mente si recuerdas el crujir de los años y el olor de la desesperanza.

Te pido que no te esfumes como la fragancia de su último abrazo.



 
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